Viva el dios ministerio

En los primeros tiempos de ir a la Iglesia me moría por formar parte del grupo de alabanza y cantar dirigiendo a la Iglesia mientras todos se preguntan si soy un ángel o un ser divino enviado como misericordia a la congregación. Por predicar como fulano de tal ante grandes multitudes y levantar mi mano y que todo el mundo cayera ante la unción del gran siervo de Dios, que todos reconocerían que era yo. Veía a los "ungidos" y soñaba con los ojos abiertos el ser uno de ellos. Si Dios me hubiera pedido lo que sea lo hubiera hecho o entregado. Estaba realmente decidido.

Luego con el correr de los años, llegó un punto donde todo lo que quería era escapar de toda la presión de un ministerio y solo soñaba con hacerme invisible. Todo lo tentador y prometedor que parecía el predicar y todo lo demás, en la practica me dejaban tan vacío como cuando vivía sin Dios.
El "dios ministerio" no cumplía su promesa de hacerme un hombre pleno y lleno de felicidad. Por el contrario parecía sentirme cada día más solo e insatisfecho.
Un día iba caminando por la calle y vi la tapa de una revista que me llamó la atención. Tenía la foto de un velero en el medio de un mar muy calmo y azul. Me imaginé allí. Aislado de todo, sin presiones, sin un papel de "hombre de Dios" que llevar a cabo y sin nadie que me viera. Y pensé: "Si estuviera ahí, sí que sería feliz". Ese fue el principio del fin.

Enseguida me di cuenta que vivía una farsa. Le predicaba a todo el mundo que si entregaban sus vidas al Señor serían felices y sus vidas cambiarían para siempre. Me llenaba la boca día tras día con eso.
Sin embargo yo me sentía tan vacío e infeliz como cualquiera.

Aquel día, como ya dije, fue el principio del fin.
Ya pasaron 7 años.
Tuve que hacer muchos ajustes. Muchos cambios. Reconocer cosas que me dolieron muchisimo. Encontrarme con que aquellos que me hacían sentir que si entraba a sus casas estaba acampando el ángel de Jehova en sus mismos hogares, ahora los cruzaba por la calle y ni me saludaban. Morir al circulo vicioso del aplauso y la reputación. Dejar que muchos se rían o hablen por detrás con la mirada de aquel que ve un perro que se está muriendo. Escuchar las palabras más duras y solo tener un único testigo de la verdadera historia: Jesús. Pero aún él callar. Y como consuelo sus palabras: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; más lo entenderás después" (Juan 13:7).
La verdad nunca pensé que sería tan duro. Nunca pensé que tocaría fondo de esa manera. En plena crisis ministerial, un caos economico, mi esposa tiene un accidente que casi pierde la vida, mi hija de 1 año en ese momento comienza a tener convulsiones, y yo asustado como navegando por mares nunca explorados y en pleno huracán.
Es que a Dios le es mucho más fácil sacarnos de Egipto que sacar Egipto de nuestro corazón.


Y hoy, luego de las tormentas, caminos que nunca me propuse transitar y las averías del camino, tengo un único y absoluto Dios.
No soy nadie, soy solo un cristiano. Un hijo de Dios. Amo estar entre los "nadies". Poder mirar a los ojos al hombre más simple y no sentirme un hipocrita, ni parte de un show muy bien organizado. Cuando sonrío lo hago de verdad. Cuando digo algo no estoy en mi papel de "siervo de Dios", lo estoy diciendo yo. No intento quedar bien con nadie, no le pido por favor a nadie que vaya a la Iglesia, ni le sonrío como vendedor callejero. Me di cuenta que no le sirve ni a él ni a mi.
He decidido ser lo más real posible.
Busco cumplir con mi ministerio, pero este ya no es mi dios.
Mi Dios es el maravilloso Salvador que conocí en el desierto. El entregó su vida por mi, y ahora es mi ayuda, socorro, fuerza, salvación, santidad, pasión.... MI TODO... MI DIOS

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